Un tión (tizón en castellano) es un tronco o cepa de árbol adecuado para quemar o un tronco de leña a medio quemar, cuando ponemos un tronco al fuego y se va consumiendo adquiere un color negro y se convierte en carbón. Antiguamente a las masías todos tenían un fuego en el suelo o más de uno.

En la época de las fiestas de Navidad la familia se reunía en el borde de la chimenea y disfrutaba de las comidas más especiales del año. El fuego que ardía era el pilar fundamental y lo más importante para pasar una feliz Navidad. Era el mejor regalo, el tió quemando daba calor, luz y calor.

En muchas religiones el fuego es un elemento clave que representa la purificación y de él se desprenden muchas simbologías. El fuego está fuertemente arraigado en las tradiciones catalanas (Las fallas del Pirineo, San Juan, San José, la noche de reyes por ejemplo en la Riera de Gaià ...) como no podía ser de otra manera una de las tradiciones más populares para las fiestas de Navidad, el tió, también tiene sus orígenes en el fuego.

La búsqueda del tió

Quince días antes de las fiestas de Navidad se salía a buscar un tizón bien grande capaz de proporcionar luz y calor durante todas las fiestas. Esto hacía que hacia el 8 de diciembre las familias fueran al menos a buscarlo, más o menos como lo hacemos ahora. Es en el puente de la purísima que las familias van a buscar el tió y lo alimentan hasta que llega el gran día.
Antiguamente era el abuelo de la familia que iba a buscar el tió, el «jefe de casa» era quien oficiaba el rito. No valían todos los troncos o tocones, debían ser gruesos, secos y sobre todo un zoco bien viejo y si tenía agujeros mucho mejor. Si la madera era de roble o encina los troncos quemaría lentamente y tendrían garantizado el calor por estos fríos días.
En toda Europa había la creencia de que en los agujeros de las cepas viejas vivían espíritus y hadas del bosque.

Antes de la noche de Navidad el tió se dejaba muy cerca de la casa y se le trataba como uno más de la familia, dándole comida y bebida, incluso sacando a pastar como lo hacían, por ejemplo, en Les Borges Blanques. Dicen que su comida favorita es el mismo que el de los animales de pie redondo: Algarrobas, manzanas, zanahorias, col ... De alguna manera el tió será la montura del fuego, de ahí que tenga la misma alimentación que un caballo, burro o mula.

El tió: una tradición llena de rituales

Llegado el momento colocaban el tió al fuego de forma que una cabeza quedaba dentro de la chimenea y quemaba mientras que el otro quedaba fuera. Antes de la celebración el cabeza de familia el rociaba con vino porque «encapuchado» fuerza, de alguna manera el bautizando. Después de la cena de Navidad y justo antes de ir a la misa del Gallo niños el aporreaba, los regalos y turrones caían los agujeros del tronco y los niños estallaban de alegría. El tió cagaba hasta que no podía más, en algunos lugares de Cataluña se decía que los bastones debían estar encendidas porque cagas fuerza. Cuando el tió no podía cagaba un arenque salada, un ajo, una cebolla, o se orinaba en el suelo.

Simbólicamente el fuego conecta el mundo de los vivos con los muertos, el humo que se desprende nos hace pensar que es un camino que nos mantiene conectados. La noche de Navidad se hacían ofrendas al fuego, a menudo alimentos. Según la creencia la dimensión espiritual de las ofrendas se iba al mundo de los muertos y la dimensión física era un regalo para los vivos, sobre todo los más pequeños de la casa. si los bebés comían aquellas ofrendas, estarían protegidos durante todo el año. De ahí que el tió «Cagüí» golosinas y regalos sobre todo para los más pequeños.

Estos son los orígenes de esta tradición tan bonita, su evolución ya la conocéis, pero es muy importante no perder las raíces.

Para conocer en profundidad los orígenes del tió haga clic aquí >>>

Esta Navidad sorprende y regala experiencias, Elige la actividad que más te guste y te enviaremos tu cajita regalo. Regala momentos.